Trotamundos. Capitulo 5. Un aguardiente y una arepa lejos de casa.
La salida de Sri Lanka abrió un nuevo paraguas en la vida de Leiva, que a sus 26 años estaba transitando la crisis del cuarto de vida. No había hecho la carrera que él pensaba, y se culpa porque claramente que no la va a hacer: sin contactos, sin haber sido futbolista, con un curso de DT caribeño, claramente el camino no iba a ser el de Zinedine Zidane ni el de Marcelo Gallardo. ¿Y se podía vivir así? ¿O es momento de buscar algo en otro lado? Otra salida, otra experiencia, un laburo en serio como diría el nono. Estaba hippeando en una playa esrilanquesa con un sueldo de DT en un país que se moría de hambre. Claramente no era la vida que se puede sostener por mucho tiempo.
Aplicó a una visa work and travel y dijo por qué no. Es ahora, es momento de lavar copas, de hacer el laburo que otros no quieren hacer en un país extranjero y vivir el argentinean dream pero sin hablar mal de su patria. Hizo una breve escala en India para volver a visitar algunas ciudades de ese país y recaló en Australia. Una tía uruguaya lo esperaba en Sídney y le comentaba la ciudad. Rápidamente empezó a trabajar como bartender en un boliche de la ciudad y empezó a notar raro el ambiente.
Sidney es una ciudad grande y un pueblo todo al mismo tiempo. No hay historia, no hay nada culturalmente originario pero a la vez es una de las ciudades más multiculturales que tuvo la suerte de conocer. Servía cervezas y tragos de diez de la noche a seis de la mañana y rápidamente se fue olvidando de 4-4-2, 4-2-3-1 y 4-3-3. Las indicaciones a los extremos se volvieron gin tonic, whisky on the rocks y destornilladores. Y la vida se volvió más aburrida, hasta que un día se encontró un colombiano.
Vino un día y pidió un aguardiente. No sabía si había y hasta él no se acordaba el sabor de esa perla caribeña. Se presentó y empezó a hablar de fútbol en español. Y rápidamente se fue animando la charla hasta que siguió al otro día. Era amigo de un futbolista que jugaba en otra ciudad, en Brisbane, a 900 kilómetros al norte. Ya era enero de 2026 y Leiva hacía siete meses que no pisaba una cancha. Y ahí le dijo que era técnico y su palmarés. Pero no iba a esperar que el día siguiente se suba a un micro rumbo a Queensland porque lo necesitaban
Todo era inverosímil y solo podía reír. Justo que había alcanzado una estabilidad económica y laboral, justo que estaba ahorrando (al vivir con su tía le quedaba limpio el salario), justo que el sponsor estaba cerca y quizá pensaba en quedarse para siempre en Australia, justo cae la droga. Justo cae esa mínima posibilidad de dirigir un equipo de la A-League en otra ciudad, a casi 1000 kilómetros y tener una tarea titánica: salvarlo del descenso.
Tras una charla con Macaucé, el delantero en cuestión y la dirigencia, Leiva firmó en el Peninsula Power de la ciudad de Brisbane en uno de los mayores retos hasta ahora como director técnico.
No es fácil pelear el descenso. Parece una idiotez y una obviedad esto pero fácticamente es así. Y más cuando sos un equipo semi-profesional en una de las ligas más importantes de la región. Una liga que cambió y ahora tiene descensos pero el cisma entre la vieja A-League y los nuevos equipos australianos se nota y mucho. Al momento de asumir, el Peninsula Power se encontraba último con 5 puntos, sin victorias y con solo 5 empates.
Leiva decidió no replicar el 4-3-3 habitual, sino que paró un 4-2-3-1 clásico, con un cinco de marca y uno de creación, delanteros interiores, un nueve bien de punta y la instrucción y costumbre sudamericana del enganche. En los partidos muy chivos mutó al 4-4-2 a presionar y estar bien compactos
El debut
El primer partido en tierras australianas fue un sueño y la base de todo lo que vendría después. Fue 5-0 en Brisbane con una exhibición del colombiano. Melbourne Knights, con quien se encrudecería la lucha por el descenso, era la victima ideal para el primer sumar de a tres de la era Leiva
La Copa Canale
La Copa Canale incluye a 20 equipos de la A-League y los doce mejores de la B-League, en esa full madness, Peninsula Power A.L. (antes de Leiva) llegó a cuartos de final, donde enfrentaba al Brisbane Roar, el equipo profesional de la ciudad. El argentino decidió emplear un 4-4-2 para vencer a los profesionales por los penales tras empatar en la prorroga a los 118. Ya en las semifinales, también en Brisbane, recibimos al Melbourne Victory, el puntero de la liga y mejor equipo australiano. El planteo fue el mismo. 4-4-2 y a rezar. Y el resultado fue casi igual, muy parejo, tanto que terminó 0-0 en los 120 pero los penales permitieron al equipo del sur pasar a la final contra el Perth Glory
El inicio de la era Leiva con la goleada 5-0 ante Melbourne Knights duró poco porque ya a la siguiente fecha se fueron goleados 4-1 por el Mac Arthur. La segunda victoria vino en el tercer partido, fue 1-0 ante el Sydney Olympic. Luego de ellos se vinieron 8 derrotas al hilo por la A-League, agravado por el hecho que algunas fueron con equipos semiprofesionales como el South Melbourne o el Queensland Lions. El 3-3 con el Western United es una de las mayores hazañas del equipo al sacarle un punto al segundo, y luego se vino la victoria ante el Bentleigh Greens por 1-0
Tras otras derrotas contra el Western Sydney y con el South Melbourne, vencimos a los de Tasmania por 2-1 y tras el 0-0 con el Oakleigh estabamos a dos puntos del Melbourne Knights y la salvación. Pero los puntos no llegaban y se vinieron cuatro derrotas seguidas (asi como también para los de Victoria).
Una arepa y un aguardiente.
Tras perder con el Adelaida en la última fecha, se confirmó que Oakleigh había perdido y que con eso, la salvación era un hecho. Contra viento y marea, el Peninsula Power firmó 17 puntos en la segunda ronda (contra 5 de la primera) y se salvó del descenso. Leiva lo celebró aún más que esos títulos en Puerto Rico y en San Cristóbal. El descenso tiene algo místico, algo inerte a ellos que hace que duelan más las cosas y el alivio sea mayor. Salvarse así es una fiesta única e incomparable como el no hacerlo es una tragedia sin equa non.
Y fue en esa noche de celebración, en casa de Macaucé con una arepa y una aguardiente en su casa que supo que esto es lo que quería para su vida: el furvo, la pelotita, el dirigir, el sufrir, el celebrar, el llorar, el reír, el gritar, las preocupaciones, los alivios. Esa es su vida y su pasión, no servir gin tonics, o estudiar algo en Australia, Canadá o la UBA. Ese es su fuego interior y solo el tiempo dirá si se queda un año más en Brisbane o si va a buscar nuevos rumbos.
Bendita sea el aguaardiente que encendio la flama de esta pasión, la pasión bohemia, la pasión por lo que se debe creer. Viva el futbol, viva Macaucé, viva Brisbane.
ResponderBorrar